Mucho se
escucha, sobre todo en los últimos años, de la lucha contra el monocultivo de
soja, los agroquímicos, etc., sin embargo se observa una falta de coherencia
entre lo que se dice y lo que se hace desde las políticas públicas.
Veamos como las políticas públicas, específicamente las retenciones, afectan a
las decisiones productivas del sector agrícola nacional, analizando dos
períodos concretos, entre el 2007 y 2015, y entre 2015 y 2019, marcado por dos
políticas diferentes en cuestión de retenciones, básicamente la primera con, y
la segunda sin ellas. Así arranca la explicación
de la ingeniera Marianela De Emilio, técnica del INTA Las Rosas.
Desde la campaña 07/08 a la 14/15, el trigo y el maíz tuvieron retenciones de
28% y 25% en 2007, y de 23% y 20% a partir de diciembre de 2008. En diciembre
de 2015 se quitan completamente las retenciones al trigo y al maíz, hasta
septiembre de 2018, cuando se resuelve aplicar una retención de $4/U$S exportado, lo que,
según el tipo de cambio de ese momento, aproximadamente $39/U$S, significaba una retención
del 10%, a reducirse a medida que avance la devaluación de nuestra moneda.
Si traducimos esta novela a hectáreas sembradas con estos tres granos, podemos
decir que, desde la campaña 07/08 hasta la 15/16, la superficie sembrada con
soja y maíz aumentó un 20%, mientras la de trigo se redujo un 34%, pero sin
embargo, desde la campaña 15/16 hasta la 18/19, donde la retención a maíz y
trigo fue del 0%, la superficie de siembra de soja se redujo en 12%, mientras
la siembra de maíz y trigo sumo 56% y 72% respectivamente.
Si pasamos esto a toneladas cosechadas, podemos decir que el volumen cosechado
de soja entre la 07/08 y la 15/16 subió casi 17%, mientras el de maíz subió el
33% y el de trigo bajó 32%, alcanzando este último, volúmenes mínimos en
décadas. Lo contrario ocurrió entre la 15/16 y la 18/19, donde el volumen
cosechado de soja nos e modificó, mientras el de maíz y trigo subió más de 71%
y 84% respectivamente, este último logrando cuatro cosechas récord
consecutivas.
Si sumamos el volumen de cosecha de los tres principales cultivos, tenemos que
el aumento de producción entre la 07/8 y la 15/16 fue de 10 millones de
toneladas pasando de 84 a 94 millones de toneladas, mientras de la 15/16 a la
18/19 el aumento fue de casi 30 millones de toneladas, pasando de 94 a 123
millones de toneladas. Todo esto ocurrió en un contexto de precios bajos para
los tres cultivos, lo que muestra a las claras que, a pesar de los bajos
precios internacionales, a nivel local se lograban precios que permitían
recuperar la inversión y obtener ganancias.
¿Cuál es el principal problema del trigo y el maíz, por el que no puede
sostenerse un nivel de producción ante la imposición de retenciones, mientras
la soja en general puede hacerlo?
La respuesta es solo una, costos, y específicamente tres de ellos:
- Costos de implantación: Los costos de implantación de maíz y trigo, dependiendo del paquete tecnológico aplicado, representan entre 33% y 52% del ingreso bruto respectivamente, mientras los costos de implantación de la soja representan el 25% del ingreso bruto.
- Alquiler: Representa 30% del ingreso bruto de trigo y maíz, mientras representa el 40% del ingreso bruto de la soja.
- Transporte: Los camiones llevan toneladas de granos y cobran por kilómetro transportado, el precio de la tonelada transportada será proporcionalmente más caro, en la medida que la tonelada transportada sea más barata, así, el maíz y el trigo, que en general tienen precios equivalentes al 55% y 70% del precio de la soja, pagan más flete, dado que se necesita más toneladas para pagar el mismo costo de flete. Para ponerlo en números, un flete de 120 kms equivale al 8% del ingreso bruto de la soja, el 13% del trigo y 17% del maíz. Si en lugar de 120 kms sacamos la cuenta para 300 kms, tenemos un equivalente de 25% en trigo, 29% en maíz y 16,5% en soja.
De manera que, tenemos entre costos de implantación, alquiler y flete, comprometido el 80% del ingreso bruto del maíz, 95% del ingreso bruto del trigo y 73% del ingreso bruto de la soja a 120 kms, valores que se transforman en 92% en maíz, 107% en trigo, y 81,5% en soja a 300 kms del puerto. No es de sorprender como se recortó tan drásticamente la producción de trigo, en el período con retenciones.
Estas proporciones están hechas en base a precios disponibles con el actual régimen de retenciones, que equivale aproximadamente a 7% en trigo y maíz, y 25% en soja. Se observa cómo, con las actuales condiciones, se hace inviable el trigo a más de 200 kms, y el maíz a más de 300 kms del puerto, lo que se traduce en alternativas que dejarían de existir con pequeños retoques de precios, sea por bajas de precios internacionales o por suba de retenciones.
Conclusiones: Los números muestran la respuesta inmediata del sector agrícola, ante reglas claras comerciales, producciones record de trigo y maíz, así como volúmenes de cosecha, lo que se tradujo no solo en aumento de toneladas, sino en incentivo para avanzar sobre prácticas de manejo tendientes a tener la tierra ocupada todo el año y a la rotación de cultivos, versus el desierto pampeano que muestra la foto de soja de primera. Los números son contundentes en cuanto a los mayores costos de los cereales versus la oleaginosa, que da vulnerabilidad a los márgenes de estos cultivos, tan necesarios para fomentar la sustentabilidad del suelo agrícola, como el agregado de valor y diversificación de las cadenas productivas del país.
Comenzamos diciendo que muchas veces no hay coherencia entre lo dicho y lo hecho. Ante un contexto social complejo, en el que la desinversión es lo primero que se practica ante la falta de liquidez, volver a viejas recetas recaudatorias, como las retenciones, sin criterio agronómico, financiero ni comercial, se traduce en un suicidio al potencial productivo argentino y al ingreso de divisas que el mismo genera.