“El girasol no tiene un mercado de Chicago como la soja o el maíz y el faro de referencia es el Puerto de Rotterdam, un mercado donde no hay timba pero al cual la industria argentina no tiene acceso”, explicó el economista Jorge Ingaramo asesor de ASAGIR.
Por eso el valor que la Argentina toma como base es el de Ucrania, el mayor productor mundial del cultivo. “Son nuestros principales competidores y tienen enormes ventajas, porque ingresan a Europa con 0% de aranceles y además están subsidiados con un diferencial arancelario de casi 10 puntos porcentuales”, agregó.
En tanto, la situación que vive nuestro país es completamente
distinta con una producción marginal que lleva sobre sus espaldas la reducción
de los reintegros a la exportación y la reinstalación de las retenciones
sufridas el año pasado.
A eso se suma una industria dividida en dos partes con distintos modelos en materia de tiempo, valor agregado y destino del producto: mientras la producción del norte se destina enteramente al consumo local, la industria del sur está organizada básicamente para la exportación desde los puertos de Quequén y Bahía Blanca.
Ingaramo admitió que la industria se encuentra actualmente
concentrada en unos pocos compradores (cuatro en el norte y cinco en el sur).
“Hace 30 años había una industria fuerte con muchas más empresas. Argentina
dominaba completamente el mercado mundial, pero finalmente destruimos nuestro
propio precio y a partir de ahí comenzaron muchas dudas entre los productores
para seguir con girasol”, relató.
Sin embargo, la tendencia parece haber cambiado en los
últimos cinco años con una paulatina recuperación del área sembrada que hace
esperanzar a toda la cadena de valor. “El desafío es alcanzar un mayor nivel de
producción de girasol que permita ocupar mejor la capacidad instalada de
planta. Nosotros tenemos una capacidad de molienda para más de 5 millones de
toneladas y hasta ahora estamos ofreciendo 3.800.000”, señaló el asesor.
“El futuro de la industria girasolera es básicamente
exportadora. El consumo interno creció 4% en los últimos seis años, mientras
que la exportación en el mismo lapso de tiempo aumentó un 98%”, subrayó a modo
de ilustración. En ese sentido, el economista sugirió que el precio del girasol
a largo plazo también irá en aumento impulsado por el dinamismo que ha
experimentado en el mercado mundial.
“El precio indicativo actual de 240 dólares debería servir como una especie de base para la nueva campaña, aunque también se predice que el rendimiento en el hemisferio norte se reduciría un 3%. Es muy difícil predecir el precio que se puede pagar a futuro es un cultivo que tiene muchos mercados”, reveló.
A esto se suma un panorama desalentador a nivel nacional con
las inundaciones que afectaron a gran parte de la región NEA, el área
girasolera que más ha crecido en los últimos años. “La situación climática que
se vive en Chaco es muy grave y es muy probable que esto provoque una merma en
el área sembrada de girasol en todo el país”, finalizó Ingaramo.