Así lo destaca un informe del INTA sobre el rol de los productos fitosanitarios de síntesis química en las producciones agropecuarias. Pero también los especialistas acentúan que es posible “incrementar la productividad y rentabilidad con un menor impacto ambiental, de la mano de una reducción gradual de insumos externos”.
Considerando que, la población mundial alcanzará a 8.000 millones en noviembre de este año. Así lo estimó la Organización de las Naciones Unidas (ONU), plantea la necesidad de aumentar la producción de alimentos y de disminuir su desperdicio que hoy llega a 1.300 millones de toneladas anuales, un tercio de lo producido cada año.
Con este desafío, los aspectos ambientales, sociales y éticos de los procesos productivos cobran mayor protagonismo. Es decir, hay que producir más alimentos, de un modo más eficiente y sustentable, explicaron.
De igual modo señalaron que “son vastos los antecedentes que demuestran que sin el uso de fitosanitarios las pérdidas en manos de las plagas serían significativas”. De allí se desprende que “la agricultura argentina no puede prescindir completamente de los productos fitosanitarios sin poner en riesgo el volumen y la calidad de la producción”.
En este sentido, el trajo indica que “los fitosanitarios son una herramienta, pero no la única” y, es importante “considerar otras estrategias de manejo que son alternativas y complementarias como el uso de bioinsumos, rotaciones, controles mecánicos y manejo de fechas de siembra que permiten un menor uso de insumos químicos”.
También se reconoció que “el uso de insumos químicos es una práctica muy arraigada en los actuales sistemas productivos que resulta difícil cambiar, a pesar de que existen alternativas, como la agroecología”, que “si bien, es una opción viable, su alcance es limitado”.
Con respecto a este último aspecto, el informe subraya la “necesidad de poner el foco en el uso eficiente y responsable de los fitosanitarios a fin de evitar las fugas del agroecosistema, entendidas como Buenas Prácticas Agropecuarias (BPAs)”.
Es que, según se detalla, las malas prácticas generan “un impacto en el ambiente y en la salud, vinculadas con el aporte difuso de plaguicidas por deriva directa o indirecta, escurrimiento o erosión, o bien el lavado de equipos aplicadores sobre cursos de agua o la disposición final de los envases vacíos”.